26/05/2017
Ayto. Ejea
Viernes, 26 de mayo. Centro Cívico Cultural. 9:30 noche.
Con Silencio de Scorsese termina el primer trimestre del Ciclo de Cine Keaton que se reanudará a partir de octubre. Una película nominada a los Oscar, seleccionada por muchos críticos como una de las mejores del año, en la que Scorsese ofrece una elegante, profunda y dolorosa 'confesión' religiosa entre la razón y la fe.
Silencio es un drama histórico que adapta la famosa novela homónima del escritor Shusaku Endo.
Segunda mitad del siglo XVII. Sebastião Rodrigues (Andrew Garfield) y Francisco Garrpe (Adam Driver) son dos sacerdotes jesuitas portugueses que se ven obligados a emprender un viaje hasta Japón para encontrar a su mentor, Cristóvão Ferreira (Liam Nesson). Según se rumorea, Ferreira ha renunciado a su fe de forma pública, tras haber sido perseguido y torturado. En busca de este misionero, los dos sacerdotes vivirán el suplicio y la violencia con que los japoneses reciben a los cristianos. Y es que, en el país nipón la práctica del catolicismo no está permitida, por lo que aquellos que practican esta creencia deben hacerlo en la clandestinidad. Los misioneros jesuitas serán testigos de la violenta persecución a la que son sometidos los cristianos japoneses, que están sometidos a un régimen dictatorial que busca eliminar cualquier influencia occidental en el país.
'Silencio' vendría a cerrar una hipotética trilogía sobre la fe de Martin Scorsese que se inició en 1988 con su visión de Jesucristo y el cristianismo, 'La última tentación de Cristo', y se prolongó en 1997 con su interpretación del budismo y la formación del Dalai Lama, 'Kundun'. Si la primera vuelca en un contexto distinto al de la América contemporánea algunas de las obsesiones del director -el guión lo firmaba el calvinista Paul Schrader-, la segunda mezclaba mal antropología con visión turística de la religión.
'Silencio' filma y opone dos mundos en el fondo igual de atávicos, el de los
jesuitas que pretenden colonizar religiosamente el Japón feudal del siglo XVII y el de
los japoneses que se niegan a ello, aunque lo hagan utilizando la tortura como
instrumento.
Scorsese regresa al hiperrealismo oscuro (las grutas en las que se esconden los
dos jóvenes jesuitas portugueses, la tortura en el pozo, las crucifixiones, los cuerpos
llagados con el agua hirviendo de las fuentes termales, las misas clandestinas) y ofrece
una inteligente dialéctica entre dos formas de entender la religión, la fe y la vida.
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